En 1963, el psicólogo Stanley Milgram publicó los resultados de un experimento mediante el cual aparentemente dividía a los voluntarios del mismo en dos grupos: examinadores y alumnos. Los examinadores debían realizar preguntas a los alumnos y, en caso de que estos fallaran, los que tenían el papel de examinador debían aplicar a sus compañeros una descarga eléctrica de intensidad ascendente con cada pregunta errónea como penalización.
Pero lo que no sabían era que la persona que recibía la punición era en realidad un actor, que en modo alguno sufría ninguna descarga.
El objeto real de dicha investigación era comprobar hasta dónde eran capaces de llegar los voluntarios antes de negarse a continuar aplicando esas supuestas descargas a sus compañeros. Los resultados del experimento fueron desastrosos; la gran mayoría de participantes no concebían detener el experimento, y si mostraban alguna duda al respecto, los científicos les decían “que había que continuar” , lo que acallaba sus titubeos en la gran mayoría de los casos, persistiendo en esa tortura. Quedaba así plasmado lo que la psicología social llamaría estado agéntico, mediante el cual, cualquier responsabilidad se diluye en el sujeto bajo el pretexto de estar actuando bajo las órdenes de un Otro.
Freud, en Psicología de las masas y análisis del yo (1921), apunta a cómo la masa, mediante el influjo de un conductor, promueve esa disolución de la responsabilidad y entierra la represión, dando rienda suelta a las mociones que otrora son reprimidas individualmente como precio por entrar en la civilización. Con los horrores de la Gran Guerra aún muy presentes, Freud, a modo de premonición, escribe este tratado sobre el comportamiento de las masas, y será, curiosamente, fruto de los mecanismos que describe en el presente texto, que se verá forzado a dejar su amada Viena y emigrar a Londres para pasar los últimos años de su vida.
Pero no contentándose con sonrojar a los totalitarismos del siglo XX, Psicología de las masas y análisis del yo llega a nuestros días con una vigencia mayor que nunca. La incertidumbre que la crisis de la COVID ha acarreado es el caldo de cultivo perfecto para la aparición, o más bien la consolidación, de movimientos populistas que bajo el supuesto carisma de un prestidigitador, son prontos a señalar al diferente y acarrearle cualquier culpa de los males acontecidos o por acontecer. El principio de realidad es aplacado, y con ello se marchita cualquier posibilidad de desarrollar un pensamiento crítico con la duda por bandera. Así, la endogamia lo rige todo, pues como ya han señalado muchos analistas, en una pandemia como esta el otro se erige como posible fuente de contagio, instalándose la desconfianza y el temor. Es el nosotros contra ellos.
Cuando Lacan nos regala el Estadio Del Espejo, apunta a que todo sujeto consigue sobreponerse a la angustia de fragmentación primaria reconociéndose primero en la totalidad del otro y posteriormente en la imagen especular que devuelve la integridad del propio cuerpo, permitiendo así apreciarla junto al júbilo del bebé. El otro es indispensable, es en él donde aprendemos a reconocernos. Sin el otro no puedo reconocerme, no puedo apreciar mi idiosincrasia. Pero a su vez, un exceso de presencia del otro, de con-fusión, hace que el yo se disuelva en la masa. Aquello que tan gozoso debería ser se torna ominoso, el exceso de proximidad nos desdibuja, como el cocodrilo que cierra la boca y nos engulle.
En el siglo XXI, la publicidad, dotada de una invasividad casi beligerante, nos aleja cada vez más de nosotros mismos. Los influencers hacen las veces de ideal del yo en los más jóvenes, quienes introyectan sus modelos de comportamiento y pensamiento. El deseo propio se torna distante, casi imposible de atisbar. Los erizos de Schopenhauer, que recupera Freud aquí, se resguardaban del frío acercándose, pero rápidamente debían alejarse un poco para no pincharse entre sí. Quizá, encontrar la distancia adecuada en un mundo hiperconectado sea nuestra mayor cuenta pendiente.
Aitor España es estudiante del Máster en Teoría y Práctica Psicoanalítica que se imparte en Apertura.
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